Los jóvenes marroquíes se encuentran en un punto de inflexión desde hace varios años. Cuatro de cada cinco desempleados tienen entre 15 y 34 años, es decir, la falta de oportunidades de acceder al primer empleo en el país tiene como principal damnificado a las nuevas generaciones. Es cierto que dependiendo de la zona de origen, si uno pertenece a la ciudad o al campo, o si eres hombre o mujer, la situación varía. En las urbes populosas los jóvenes tienen menos posibilidades de acceder al empleo en comparación con el campo. La situación de muchas mujeres es aún peor pues, en un país con una religión tan estricta, las mujeres no tienen el reconocimiento que disponen en los países occidentales.
Las causas que están provocando esta situación son problemas estructurales con diferentes factores endógenos y exógenos. La población marroquí es cada vez mayor y más joven y su economía interna no es capaz de satisfacer tanta demanda de empleos. El sector privado carece del ‘músculo’ necesario para ofrecer contratos decentes a los jóvenes. La educación también está siendo un obstáculo ya que no ha sabido incorporar a la docencia la enseñanza de habilidades que se demandan en el mercado laboral. Todo ello está provocando desigualdades sociales y un empobrecimiento significativo de los marroquíes. Quizá la peor consecuencia pueda ser la pérdida de capital humano para el país, vital en los tiempos que corren.
Este análisis refleja el día a día de muchos jóvenes marroquíes que ante el panorama que viven en su país natal, una gran parte deciden marcharse y España, por su proximidad geográfica, es uno de los destinos preferidos para estos jóvenes. Pero ¿Qué hay de aquellos que deciden quedarse y luchar por un futuro mejor?
‘Licenciados en paro’
Los ‘licenciados en paro’, nombre por el que se le conoce a la organización que aglutina las principales demandas al gobierno de Rabat, surgieron en la década de los noventa. Su capacidad organizativa creció hasta convertirse en un grupo con presencia en gran parte del país. Su activismo político es bien conocido y alternan manifestaciones pacíficas con otras con un marcado carácter violento -saqueos y ocupaciones en la mayor parte de los casos- contra las decisiones por parte del gobierno.
Pero también se han dado casos en los que jóvenes ‘licenciados en paro’ se han quemado a lo bonzo para exigir el cumplimiento en sus demandas de ser aceptados -sin pasar oposición alguna- como funcionarios en la administración marroquí. Mohamed Madani, politólogo y profesor universitario, opina que el tratamiento dado por los sucesivos gobiernos desde hace años a esta cuestión alternaba «la represión sistemática» con la «contratación filtrada».
Las contrataciones directas de cientos o miles de jóvenes se han debido a coyunturas bien precisas, siendo 2011 el año en que se produjo una mayor contratación masiva, cuando casi 4.000 personas accedieron a la función pública en lo que fue visto como un modo de apagar la contestación que en Marruecos, como en el resto del mundo árabe, parecía ganar las calles. Sin embargo, el nuevo gobierno islamista optó por acabar con la inserción directa en la función pública, una postura de firmeza que ha sido puesta en cuestión por una decisión judicial del Tribunal Administrativo, según la cual el gobierno actual debe respetar un compromiso firmado por el anterior para dar empleos públicos a 2.840 licenciados.
A pesar de los litigios judiciales y de los ríos de tinta que se han escrito en la prensa marroquí sobre este tema, lo cierto es que el desempleo entre los jóvenes va en aumento. Ellos ya han puesto sus demandas en la calle, pero no es fácil para el gobierno acceder a ellas cuando el país se encuentra en una grave recesión económica y su potencial económico dista lejos de ser óptimo para la creación de empleo.