Los jóvenes españoles tardan hasta seis años en encontrar un empleo indefinido frente a los dos años que necesitan los daneses entre 15 y 24 años para firmar un contrato fijo, según el informe ‘Estrategia de competencias de la OCDE: construyendo una estrategia de competencias eficaz para España‘. de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
«Mientras que en los países europeos los contratos temporales son para los jóvenes un paso previo antes del contrato fijo, en España es más probable que los jóvenes permanezcan atrapados en los contratos temporales», se afirma en el estudio de la , que también asegura que el salario de este colectivo ha bajado un 35 % en cinco años.
En concreto, según la OCDE, el salario de los jóvenes españoles ha pasado de los 1.210 euros en 2008 a 890 euros en 2013, es decir, una caída real del 35%.
El texto que aborda, entre otros asuntos, la transición de los jóvenes del sistema educativo a un trabajo estable, subraya el hecho de que en España la búsqueda de empleo estable se demore más que en otros países de la OCDE, sobre todo entre los más jóvenes.
De hecho, el 20% de la población con edades comprendidas entre 15 y 24 años tarda 4 y 5 años en encontrar un empleo estable, proporción muy superior a la que se da en Países Bajos, 5%; o Reino Unido, 4%.
Además, España tiene la mayor tasa de jóvenes trabajando de forma involuntaria en empleos a tiempo parcial (22%) frente al promedio de la OCDE, de un 4%.
A pesar de los recientes descensos, la OCDE precisa que la tasa de desempleo juvenil se mantiene elevada: el 52,4% en 2014, ligeramente inferior a la de un año antes, que fue del 54,6%.
El informe también alerta de que el desempleo de larga duración entre los jóvenes puede «estigmatizar», en el sentido de que puede aumentar la probabilidad de estar desempleados en el futuro, obtener un salario menor, tener peor salud mental y, en general, reducir las oportunidades en la vida.
También hay «peligro», dice el texto, de que las competencias de los jóvenes licenciados que no hallan trabajo se «atrofien» e, incluso, que se vuelvan «obsoletas» al no poder aplicar lo estudiado tras su graduación.
Adicionalmente, dice, los jóvenes pueden perder la confianza en sus competencias y generar ansiedad y pesimismo respecto a posibles empleos futuros.