Desde Novia Salcedo Fundación (NSF) se reflexiona sobre las claves que están detrás de lo que se considera empleo de calidad. Un concepto que está directamente relacionado con la organización de las empresas y el contexto social en el que están radicadas. Según el profesor de ESADE, Josep María Lozano, es imposible hacer viable una empresa sin atender a la viabilidad de las personas y del país en el que opera, y a la inversa, la supervivencia de una compañía no depende sólo de los contextos económicos, sino que necesita personas formadas. Como en todo ecosistema, esta relación de interdependencia entre los protagonistas (entidades, personas, enseñanza, administración…) se apoya en un equilibrio muy frágil. «Estamos pagando la cultura nefasta de que la empresa era un mal menor o un elemento a abatir, cuando resulta que no puede haber países que vayan bien si sus empresas van mal«, asegura la directora general de NSF, Begoña Etxebarria. Pero a renglón seguido se muestra muy crítica con la cultura empresarial que existe en España. «Se necesita un cambio total. Los empresarios deben plantearse dirigir con inteligencia porque hay empresas bien gestionadas y otras que miran sólo el corto plazo. Los intangibles (estilos de liderazgo, que las personas estén contentas en sus puestos de trabajo y crean que contribuyen a su buena marcha, formación continua…) son los que diferencian a las buenas de las malas, no el producto ni la financiación. No vamos a tener empleo juvenil de calidad si no abordamos todos estos enfoques; el resto será precariedad total», vaticina.
El modelo educativo tampoco ayuda a que haya una mayor cercanía entre empresas y estudiantes. En su opinión, debería tomarse como ejemplo lo que ocurre en países del norte y centro de Europa, donde «desde los 16 años los chicos suelen ir un día a la semana a la empresa o pasan una semana en vacaciones para familiarizarse con los procesos productivos». Además, la responsable de Novia Salcedo reclama una educación en la que el «aprender a hacer» vaya acompañado de un «enseñar a pensar, a vivir juntos, a resolver problemas». Y que la exigencia cuando ese joven se incorpora al mercado de trabajo se adapte a su falta de experiencia. «La adaptación debería ser progresiva, con paciencia, pero ni el mercado ni los gobiernos valoran la paciencia en las empresas«, lamenta. Otra forma de adquirir experiencia laboral consiste en compaginar estudios y trabajo. Una fórmula que en España tradicionalmente no ha contado con demasiados adeptos. Helena Orella, coordinadora de la campaña internacional que impulsa NSF para la declaración de una Década del Empleo Juvenil entre 2019 y 2028, recuerda cómo durante el año que permaneció en Inglaterra con una beca Erasmus «entre mis compañeros era raro el que no trabajaba en un bar, en una librería o como jardinero». También expresa un deseo compartido por todo el equipo de Novia Salcedo: «Al tratarse de una iniciativa de la sociedad civil vasca, nos gustaría que la Oficina Internacional del Empleo Juvenil estuviera en Bilbao».
En definitiva, son muchos los factores que influyen en un problema tan complejo como el del desempleo juvenil. Según la OIT, de los 6 millones de parados de entre 18 y 25 años que hay en Europa -14 millones si se añade a quienes tampoco estudian-, el 50% viven en nuestro país, entre los que se cuentan 73.000 vascos. ¿Pero se pueden reducir estas cifras si la UE mantiene la austeridad como única receta para salir de la crisis?