Han pasado 12 días desde los trágicos acontecimientos de París y frente a la conmoción inicial poco a poco volvemos a nuestras rutinas como si de un mal sueño se tratara. Sin embargo lejos de la aparente normalidad las causas (múltiples) que gestaron los actos terroristas, se analizan una y otra vez, pero adolecemos de una parálisis del análisis en la que no se dan pasos para la resolución de los conflictos.
Diría nuestro querido Josetxu Villacorta que quien afirma que las explicaciones son sencillas es que conoce poco de la realidad, y tratando de huir de maniqueísmos, nos gustaría poner el foco en una de las pequeñas raíces que se hunden para germinar en explosiones violentas aquí y allá cada poco tiempo. Y es que la falta de perspectivas de muchos jóvenes en diversas regiones de un mundo globalizado está generando una sociedad de desencanto y deriva que nutre los fundamentalismos. Fundamentalismo que como nos recuerda Cantwell Smith: “No son la solución de un problema, sino la reacción de quienes no soportan el hecho de no poder resolverlo.”
Nos recordaba Josetxu en su entrevista en el Blog “Construyendo Capital Humano” las palabras de Boualem Samsal, al recibir el Premio de la Paz de los libreros alemanes en octubre del 2011 .
“Vivir en el absurdo debilita, vas dando bandazos de una pared a otra como un borracho. Para los jóvenes que tienen un futuro por delante, que necesitan tener un rumbo claro, resulta dramático y es desgarrador oírles aullar a la muerte como lobos en la oscuridad de la noche.”
Y el absurdo toma muchas formas, pero una de ellas, y dramática, es la falta de perspectivas vitales si atendemos a las altísimas tasas de desempleo.
Esta deriva también se vive en países occidentales, donde no sólo la población general sino en determinados suburbios donde desempleo, desarraigo y choques culturales suponen una peligrosa combinación: la propia Francia tiene dramáticos precedentes no muy alejados en el tiempo.
En 2005 París ardió en disturbios por la muerte de dos adolescentes que huían de la policía, una reacción de rabia por el terrible acontecimiento pero también una forma de expresar la frustración por el desempleo y el acoso policial en la zona, con una alta proporción de inmigrantes del norte de áfrica lo que contribuyó a las tensiones étnicas y religiosas.
Txomin Bereciartúa nos recordaba no hace mucho tiempo que superar estos fundamentalismos no es tarea fácil, pero hay que intentarlo y para ello debemos empezar dando el primer paso, ya desde ahora, intentando cambiar todos por dentro.
“No hay que olvidar que tras cuanto de bueno o malo pasa en el mundo, siempre estamos las personas. Y no miremos a otros cuando decimos esto, porque, si no cambian los que tienen capacidad de influir y no cambiamos cada uno de nosotros, todo seguirá igual.
No es cosa de la voluntad y euforia de un momento, es algo que exige entrega, creatividad, decisión y muy largo empeño. Salir de uno mismo y abrirse a otros para definir entre todos lo que tiene valor social, interactuar en un gana – gana creativo y buscar y construir juntos nuevos activos sociales, es un proceso que lleva mucho tiempo y que únicamente podrá ser desarrollado si trabajamos día tras día con liderazgo compartido, una mayor implicación de todos y con el apoyo y conocimiento que nos proporcionen las ciencias humanas y sociales”.