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La tasa de desempleo juvenil alcanzó en 2013 un nivel sin precedentes en los últimos decenios. Los jóvenes son más numerosos que nunca. A escala mundial, la población entre 15 y 24 años de edad superó los 1.200 millones en 2010.

Cada año, 45 nuevos millones de jóvenes buscan su primer empleo, lo que significa que en los próximos 10 años se deberán crear en el mundo 500 millones de nuevos empleos para atender esta demanda. Pero éstos no se están creando con suficiente rapidez como para responder a las necesidades de esta inmensa población de jóvenes que tienen tres veces más posibilidades de estar desempleados que los adultos. Como el desempleo de los jóvenes amenaza con aumentar aún más, muchos se enfrentan a la perspectiva de permanecer sin un empleo seguro en los años venideros, lo que augura una generación en riesgo con graves consecuencias sociales y económicas. Si los gobiernos y el sector privado no logran educar y capacitar a los jóvenes y ofrecerles empleos dignos, corren el riesgo de frustrar sus aspiraciones y desaprovechar su potencial, socavando el potencial de crecimiento de las economías y las personas, creciendo la desconfianza y la desmotivación y, como consecuencia, minando importantes valores como la responsabilidad, el esfuerzo, el afán de superación, la asunción de riesgos, el trabajo en equipo, etc., que deben constituir la base del desarrollo de las personas. Esto limita las posibilidades de un crecimiento sostenible y compromete los logros de las intervenciones de políticas en otros ámbitos.

El Informe Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2013 de la OIT en su primera página afirma que «no es fácil ser joven en el mercado de trabajo actual». Este informe también nos señala que se calcula que en 2013 había 74 millones de jóvenes desempleados y que el empleo informal entre los jóvenes sigue muy extendido y las transiciones al trabajo decente son lentas y difíciles.

En este sentido, a medida que cobra intensidad el debate sobre la agenda posterior a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la OIT afirma que el acento debe ponerse en la creación de empleo y la protección social. En palabras de su director general, el sindicalista británico Guy Ryder, «la creación de empleos es la prioridad más apremiante del desarrollo mundial, un trabajo decente es el mejor camino para salir de la pobreza y es también el camino hacia el crecimiento de las economías. El trabajo se traduce en desarrollo».

Según el Informe de Seguimiento 2012 de la Educación Para Todos en el Mundo de la UNESCO, ‘Los jóvenes y las competencias: trabajar con la educación’, los países deben prestar aún más atención al desarrollo de una fuerza laboral cualificada. Y todos los jóvenes, dondequiera que vivan y cualquiera que sea su procedencia, necesitan adquirir competencias que los preparen para ocupar empleos dignos a fin de poder prosperar y participar plenamente en la sociedad.

La directora general de la Unesco, Irina Bokova, no puede ser más clara en el prólogo de este mismo informe: «la crisis económica mundial está teniendo una repercusión en el desempleo. (…) Las competencias de los jóvenes nunca han sido tan vitales (…), la educación no estriba solo en velar porque todos los niños puedan asistir a la escuela. Se trata de preparar a los jóvenes para la vida, dándoles oportunidades de encontrar un trabajo digno, ganarse la vida, contribuir a sus comunidades y sociedades y desarrollar su potencial. A nivel más general, se trata de ayudar a los países a cultivar la fuerza de trabajo que necesitan para crecer en la economía mundial».

Pero no basta con mostrar las deficiencias del sistema. Hay que hacer propuestas porque tenemos la seguridad de que los ámbitos que garantizan el desarrollo humano, económico y social son tanto la educación y la formación de capacidades de las nuevas generaciones y el fortalecimiento de sus competencias, como el desarrollo de las organizaciones, en particular, de la empresa. Sin estas dos claves, educación-formación como proceso permanente durante todo el periodo de vida de la actividad de la persona y del desarrollo sostenible de las empresas, y que tanto las empresas como las organizaciones estén concebidas y estructuradas para acoger de forma digna a estos trabajadores, no es posible asegurar el desarrollo de las personas en su dimensión tanto social como individual.

Debemos encontrar una fórmula que concite intereses y remueva conciencias, tanto en la sociedad global como en las sociedades locales, de forma que se pueda empezar a construir un camino por el que todos juntos, cooperando y desde la sociedad civil, podamos encontrar una solución estable al grave problema del desempleo juvenil. Queremos plantear la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo, que cuestione lo económico y lo social, y ponerlo en el centro de la agenda del Desarrollo Humano. Y deseamos diseñar las bases del futuro sobre la base de valores como la responsabilidad y la equidad, poniendo especial énfasis en la igualdad de género, la austeridad, el humanismo, la inclusividad y la cooperación, y considerando a las personas y sus proyectos de vida como prioridad máxima, bajo la premisa de que nadie puede quedar atrás.

 

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