La poliédrica crisis ha dejado miles de artículos sobre los jóvenes, sobre su difícil encaje en el mercado laboral. Sobre los que mecen su incierto futuro entre la falta de ambiciones y la pasividad, los NiNis que no estudian ni trabajan y que suman 1.793.500 jóvenes en el país. Sobre los que arriman el hombro a la economía familiar compaginando estudios con trabajo, los llamados SiSis, 444.900 jóvenes, según la última EPA. Pero más allá de siglas, de juicios y de cifras están los jóvenes anónimos que no desesperan ni claudican, los que nos descolocan con sus ideas y las persiguen con vehemencia hasta hacerlas realidad, los que nos confrontan con su juventud, su fuerza y entereza. Estas son algunas de las historias de quienes se han animado a subirse al andamio para construir su futuro con brillo en la mirada, pasión y esfuerzo. Ellos son los jóvenes emprendedores.
Sudando la camiseta
(Sergio Gato y Jaime Alba, fundadores de la marca de ropa Kuone)
Lo que comenzó como unas pruebas de diseño de un logotipo terminó convirtiéndose en Kuone, una empresa textil especializada en camisetas, chubasqueros y sudaderas que echó a andar de la mano de Sergio Gato y Jaime Alba hace poco más de un año. Entre clases, exámenes y quedadas con amigos, estos madrileños de 17 años visitan proveedores, crean nuevos diseños, preparan pedidos y gestionan la página web de su empresa, que recibe 700 visitas semanales y pedidos que crecen cada vez más.
«Primero hicimos unas sudaderas y gustaron mucho. Nos seguían pidiendo y decidimos hacer una colección de ropa…Siempre nos ha gustado el diseño gráfico, la fotografía, lo visual. Por eso decidimos probar suerte en el mundo textil, un mundo muy cerrado, del que no hay información en Internet», señala un desparpajado Sergio que habla de su empresa no como el hobby fugaz de un par de chavales, sino como un proyecto serio, una empresa que está dada de alta en Hacienda, paga sus impuestos, lleva una contabilidad y unas previsiones…»Vamos, como una empresa cualquiera, aunque de momento no podamos vivir de ella».
«Al ser menores de edad nos ha costado mucho conseguir que se nos firmara la documentación que necesitábamos para darnos de alta como lo hace cualquier emprendedor en España, por eso tuvimos que pasar unas autorizaciones paternas. En cuanto a la asesoría legal, no hemos recibido prácticamente ninguna, excepto las sugerencias de nuestro entorno más cercano y familiar. Aunque la verdad es que nuestras operaciones tributarias y legales son bastante sencillas», continúa Sergio llamando la atención sobre los primeros escollos que se les presentaron para constituirse en una empresa, a los que se sumaron la búsqueda de materias primas, la firma de convenios con proveedores o empresas de paquetería.
Las primeras puntadas
«Tú no buscas en google cómo hacer una industria textil y ahí te a parece. No. Tú tienes que llamar por teléfono mucho, hablar con gente, visitar los talleres. Si nunca has hecho nada relacionado con esto antes, tienes que ir aprendiendo, tener suerte, encontrar un taller con el que puedes aprender más. Yo aprendo mucho del negocio cuando hablo con un proveedor porque es gente que lleva 30 años en este sector», sentencia.
¿Y alguna mala experiencia habéis tenido?
No hemos tenido ninguna mala experiencia. Al contrario, hemos tenido la oportunidad de visitar unos cuantos talleres y al final nos hemos quedado no con el que tiene el producto más económico, sino con el que mejor comunicación nos ofrece. Y es que la comunicación es la clave para el mundo de los negocios. Si hay una empresa que no se comunica bien con su equipo de producción no es interesante para nosotros.
¿Qué ha supuesto tener toda la producción en España en cuanto a costos o imagen de la marca?
Es una ventaja y no un problema tener la producción en España. Al tener un volumen muy limitado, no podemos permitirnos hacerla fuera, por eso producimos localmente con talleres en Madrid y alrededores, lo que tiene muchas ventajas porque puedes supervisar la producción. Además, la comunicación es más fluida, más sencilla y en el mismo idioma. Aunque hay mucha menos oferta de talleres. Lo que nos interesa y nuestra filosofía es cuanto más local mejor. Fuera de España también se produce ropa de muy buena calidad pero nosotros nos podemos permitir poner en la etiqueta «Hecho en España» y eso es algo que las grandes marcas no pueden.
Habéis emprendido muy jóvenes en un negocio complicado y con mucha competencia ¿Cuál es vuestro balance de esta empresa, ya no solo económica sino vital, después de un año de andadura?
Nos han pasado muchas cosas. No solo por ser principiantes, sino por ser muy jóvenes como dices. Un comercial de mensajería se pensó que iba a un despacho a ofrecer sus servicios y de repente se encontró en el salón de mi casa, con su traje y su documentación y no sabía qué decir cuando nos conoció. Se sorprendió, pero estuvimos hablando un buen rato y fue el primer acuerdo que firmamos con un proveedor…Cada día aprendes algo y se nota la progresión. Hacer ropa no es lo complicado. Lo que hace la diferencia es tener una línea de ropa. Todos los días hay decenas de empresas en todo el mundo que abren una tienda online de ropa y con las que hay que competir, pero lo importante es hacer las cosas bien. No queremos ser Zara, ni que nuestra ropa la lleve todo el mundo, sino aquellos a los que le gusta nuestro estilo. Hemos aprendido que lo importante es hacer las cosas bien y que la experiencia del cliente sea buena.
En este sentido es clave Internet y las redes sociales…
Internet es clave para llegar a la gente, para que el mundo conozca tu marca. Pero la comunicación con el cliente rebasa las fronteras de la red. Nuestro lema es que nadie se quede sin respuesta o sin sus productos entregados. Cuidamos que la experiencia de la compra sea agradable, que te sorprendas cuando el producto llega a tus manos y lo cuidamos con mimo. Por eso acompañamos cada pedido de unas pegatinas, un accesorio, un pequeño detalle para nuestros clientes.