El Bilbao Youth Employment Forum contó con la presencia de Manuel Cadarso, responsable del sector Crecimiento Económico y Empleo en la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), quien presentó junto con el representante de la OIT, Joaquín Nieto, los Objetivos de Desarrollo Sostenible para el Milenio. Cadarso se muestra preocupado por el desempleo juvenil en España -«tener una tasa del 50% es una barbaridad»- y crítico con el recorte del 70% en el presupuesto del organismo para el que trabaja. Propone una relación de igual a igual entre España y América Latina y confía en que la apuesta por los ODS obligue a reforzar la AECID. «Si hay una asignatura pendiente es que la Agencia se constituya en un organismo más profesionalizado”, remarca.
-¿Qué valoración hace del BYEF?
Me resultó muy interesante. Fui a aprender en el sentido de que soy el jefe del área de Crecimiento Económico y Empleo de la Agencia, en este caso más en la vinculación de España con países en desarrollo de América Latina y el Caribe, África y Asia, y evidentemente el empleo juvenil, el subempleo y el mercado informal del trabajo en esos países es también una preocupación principal. Por eso me interesaba conocer de primera mano lo que vienen haciendo los agentes empresariales, sociales y de la Administración en Euskadi.
-¿Considera que algunas de las soluciones que se han puesto sobre la mesa se podrían trasladar a otras regiones del mundo?
Yo creo que sí, de hecho nosotros tenemos algunas experiencias concretas, como es el caso de las escuelas taller, que antaño estaban vinculadas a la rehabilitación del patrimonio histórico y colonial de América Latina, y en las que ahora se ofrece una capacitación a personas en situación de vulnerabilidad. Un modelo que toma como ejemplo la iniciativa del arquitecto Peridis, que puso en marcha su primera escuela taller en Aguilar de Campoo. También estamos comenzando en Honduras otro programa que se inscribe en lo que denominamos cooperación delegada, es decir, fondos que la UE transfiere a la Agencia de Madrid y a nuestra OTC de Honduras para articular iniciativas de apoyo al empleo juvenil.
-En esos países al problema del paro se le une el de los empleos informales.
Curiosamente en España nos está empezando a pasar lo que en América Latina llevan padeciendo décadas, que es el subempleo. La tasa de desempleo de esos países por lo general es baja comparada con las cifras españolas, pero hay un gran colectivo de subempleados. Así que ellos hablan de una tasa de desempleo equivalente donde calculan cuánta gente habría si ese colectivo tuviera un empleo completo. A eso se añade un problema de economía informal principalmente en empresas del sector servicios. Tienen un problema grave al que hay que añadir algo que en España no ocurre tanto. Esos colectivos en situación de vulnerabilidad son presa de la delincuencia y muchos jóvenes acaban en bandas violentas como las maras.
-¿Hay muchas diferencias entre el desempleo en los distintos continentes?
Yo no soy un experto en este tema, pero el caso de América Latina no es comparable al de África, y menos a los países subsaharianos. Estamos hablando de otro tipo de problemas, son capacidades productivas muy volcadas en sectores primarios y extractivos. En América Latina hubo crecimientos importantes en la pasada década y aunque vuelven a coger más peso sectores primarios de escaso valor añadido, existe un mayor desarrollo económico, financiero, con un entramado industrial y de servicios en el que África todavía no puede ni pensar. Asia es más variado, está el gigante chino, Taiwan o Corea del Sur son países que se han industrializado…
-¿Qué le parece el proyecto Pegasus para buscar una solución global al problema del desempleo juvenil?
Yo creo que mi generación lo ha tenido bastante más sencillo en los procesos de conquista de grados de autonomía personal cada vez más elevados. Para ello se requiere un mínimo económico de recursos a través del trabajo para que eso pueda dar paso a poder endeudarse en la compra de un piso o tener hijos. Ahora tenemos muchos jóvenes que no alcanzan esa solvencia económica y van posponiendo sus proyectos vitales. Bienvenidos sean todos los esfuerzos que hagan los poderes públicos y las empresas para que ese tema se vaya resolviendo. La reforma laboral que se aprobó me resulta hiriente, yo mismo la estoy sufriendo en casa con una hija que trabaja 20 horas semanales con un sueldo de 800 euros, y es casi una privilegiada en comparación con otras personas que igual no tienen ni eso. Eso provoca que tengas una sociedad con dificultades, a veces mentalmente no muy sana y base de conflictos familiares y sociales. Todas las iniciativas que se tomen en este tema para poder revertir la situación a la época de los años 70-80, cuando salíamos de la universidad y aunque había parados la tasa de desempleo no llegaba a ese 50%, que es una barbaridad. El paro de los jóvenes es grave porque además se incrustan problemas que pueden impedir un desarrollo social y político adecuado.
-¿Qué lugar ocupan los programas de desarrollo económico y empleo dentro de la actividad de la Agencia?
Tienen un peso importante junto con los de desarrollo rural y agricultura, y agua y saneamiento, que cuenta con una dotación presupuestaria aparte. América Latina es un área geográfica donde España puede ir cambiando el chip de la cooperación en el sentido de yo te doy, yo te apoyo, para llegar a una posición más de intercambio, sobre todo si estamos hablando del ámbito del conocimiento. Por ejemplo, hay investigadores sociales en Brasil o Argentina de nivel mundial. Se puede ir pensando en un tipo de relación más entre iguales en la que ganemos los dos.
-¿Los países ricos siguen viviendo de espaldas a los más pobres?
En esta cuestión hay algo de cinismo. Reino Unido cuida mucho su relación con los países de la Common Wealth, que es donde tiene una ventaja comparativa comerciales de inversión. O Francia con el África francófona. España ha pasado por una etapa que debe superar de un cierto complejo por cooperar con países de América Latina debido a que otros países de la UE se van retirando con el argumento cierto de que ya no son los menos desarrollados. España puede argumentar y tiene buenas razones para privilegiar su relación de cooperación para el desarrollo y ojalá llegue ese intercambio entre iguales. Hay que quitarse los complejos porque va en beneficio de nuestro país, y no hay que olvidar los vínculos tradicionales que tenemos con esas naciones.
-En este contexto y con la reducción del presupuesto que ha sufrido la AECID, ¿cómo se lleva tener que hacer más con menos?
Comprendiendo las consecuencias de la crisis y el objetivo de reducción del déficit, para un profesional de la cooperación para el desarrollo que trabaja en la Agencia es duro que en tres o cuatro años el presupuesto haya descendido un 70%. Podríamos decir que ni tanto ni tan calvo. Hay una serie de actuaciones que necesitan financiación y la Agencia ahora mismo tiene del orden de 250 millones de presupuesto para mantener 25 oficinas técnicas, personal, expertos, proyectos, programas de financiación a ONGs… Vamos a tratar de compensar, pero España tiene el compromiso del 0,7%. Si hay una asignatura pendiente es que la Agencia se constituya en un organismo más profesionalizado, con mayor criterio, con unos profesionales que tengamos mayor capacitación, que podamos aliarnos para hacer programas conjuntos con la UE o con las agencias alemana, francesa, noruega… Es decir, yo creo que el gran déficit de la cooperación para el desarrollo es la debilidad institucional de la propia Agencia, pienso que no está preparada. Y con los cambios que vienen con la apuesta por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, va a haber que hacer algo, no podemos seguir como estamos.
-¿Qué países dedican mayores recursos a la cooperación internacional?
Los países nórdicos, Suecia, Noruega, Dinamarca…, Inglaterra, pese a la crisis, ha incrementado su presupuesto hasta alcanzar el 0,7% del PIB. Portugal y Grecia no han bajado tanto como España. ¿Los que más? Seguramente Estados Unidos, aunque con una visión de cooperación comercial, Alemania, Francia, Japón y la UE como organismo. Quizás ahí habría que avanzar algo en una coordinación de la UE con sus países miembros en la cooperación al desarrollo.
-¿El ciudadano de a pie también puede hacer más?
Este es un tema complicado de entender por parte de la ciudadanía que podría resumirse con la pregunta de por qué nos vamos tan lejos a ayudar a la gente cuando hay millones de personas en España sin empleo, en riesgo de pobreza, que no tienen para comer. Este tipo de solidaridad a distancia la tienen las ONG, pero no se puede pedir demasiado a un ciudadano que lo esté pasando mal aquí. En segundo lugar, hay un tema ahí de concienciación de la gente, de explicarle que seguramente el problema de la pobreza que tenemos en África o en los países árabes es también nuestro problema. Merkel hacía la división entre emigrantes económicos y los que venían de conflictos bélicos; esa distinción me parece falaz, qué más da, si vienen es porque lo están pasando mal, y en Europa lo hemos hecho históricamente, hemos ido a América del Norte, del Sur… También hay un problema de envejecimiento de la población, y la inmigración puede llegar a ser vital para solucionar las bajas tasas de natalidad. Es un problema complejo pero la gente cada vez en mayor medida tiene que empezar a entender que a partir de ahora esto va a ir más deprisa. Los problemas de los otros al final llegan a nuestra casa.
-Usted apuesta por un consumo sostenible.
España no está muy sensibilizada con los modelos de consumo que al final condicionan los modelos de producción. No nos paramos mucho a pensar en ello, pero hay un tipo de consumo del que perfectamente podrías prescindir porque a ti no te pasaría absolutamente nada y seguramente podríamos ir a un tipo de sociedades más justas y sostenibles. Pero esto tendría que estar mucho más extendido. Las cifras del comercio justo es como hacer cosquillas a un elefante, que no está mal, porque las utopías suelen comenzar en un detalle. A medida que los problemas del planeta se agraven las personas van a tener que reflexionar y cuestionar qué importancia tienen sus propios actos.