Miles de deportistas exprimen al máximo el día para cumplir con sus obligaciones laborales antes de saltar a la cancha
«Yo siempre digo que si te organizas bien, puedes con todo. Cuando salgo de trabajar tengo un ratillo que aprovecho para tomar un café y luego voy a entrenar. Sí hay veces que vas un poco cansada pero ello no te impide rendir al mismo nivel». A sus 25 años, Laura Pardo lleva doce jugando a baloncesto. Como tantos otros deportistas amateurs, la trayectoria de esta vitoriana ha ido ligada a su formación académica y profesional, de ahí que haya militado en equipos como el Canoe de Madrid -tres temporadas gracias a una beca deportiva-, el Irlandesas de Leioa, aprovechando que cursó en Bilbao el primer año de la licenciatura de Administración y Dirección de Empresas, e incluso en un conjunto irlandés. «El año pasado estuve trabajando seis meses en Irlanda, en una agencia de publicidad, con una beca del Gobierno vasco y para matar el gusanillo jugué en un equipo de la Primera División. El contacto con mis compañeras me permitió mejorar mucho mi inglés», relata la actual capitana del Araski de Vitoria, que milita en la Liga femenina 2.
Esta experiencia irlandesa le sirvió a Laura para aprender a organizarse en el difícil equilibrio que supone compaginar deporte y trabajo, una realidad que viven a diario miles de jóvenes deportistas. Tras regresar al Araski, desde octubre del año pasado está cubriendo una baja de maternidad en la empresa de paquetería DHL, donde por las mañanas gestiona el reparto de todo el material que introduce Nike en España a través del aeropuerto de Foronda y por la tarde se encarga de la atención al cliente. «DHL me ha puesto todas las facilidades para que pueda seguir jugando a baloncesto», subraya agradecida.
El trabajo le permite entrenar dos días a la semana y jugar un tercero. Paradójicamente, para Laura el mayor problema surge cuando juegan en casa. Con el objetivo de intentar recibir un mayor apoyo en las gradas, esta temporada los partidos tienen lugar los viernes a las 20.30 horas. «Yo no era partidaria porque no es lo mismo jugar un día laborable que un sábado, que te levantas más tarde, comes en casa tranquilamente, puedes echarte una siesta…», explica. La exigencia no es menor cuando se desplazan a las canchas de otros equipos de su categoría, aunque los partidos se disputen en sábado. Los viajes a localidades de Castilla y León, Galicia o Extremadura «están siendo un poco largos y pesados». Por todo ello, Laura Pardo, como sus compañeras de equipo, se muestra realista sobre su futuro en el deporte. «Nosotras ni vivimos ni vamos a vivir del baloncesto. Espero que me queden muchos años, pero si un día no puedo compaginar el deporte con el trabajo, tendré que dejar el baloncesto», reconoce.
Fontanero y jugador de hockey
El hockey hierba es otra de esas disciplinas cuyos jugadores viven alejados de los focos de la fama y de las enormes cantidades de dinero que mueven el fútbol o el baloncesto profesional. Aitor Cubero acumula una amplia experiencia laboral en el sector de la fontanería, que interrumpió durante un par de años para trabajar como encargado de obra. Con 38 años, desde los 20 sacrifica las horas libres que le deja la jornada laboral para disfrutar del deporte en el Kale Lagunak de San Sebastián, donde milita desde su fundación en 2002. Previamente, jugó una temporada en el Atlético San Sebastián.
«Hay días mejores y peores. Como soy autónomo me puedo organizar mejor, pero si trabajas para una empresa todo se complica un poco más. En División de Honor A y B (el equipo compitió un año en esta categoría), los viajes pueden ser largos (Valencia, Benalmádena, Cádiz…) y los partidos se disputan en domingo, así que necesitarías tener el lunes libre para descansar», comenta. Cubero cambia las herramientas propias de su profesión por el stick los lunes, miércoles y viernes de 20.00 a 22.00 horas. «Los entrenamientos me sirven para desconectar: hago deporte, me echo unas risas con mis compañeros de equipo…».
No obstante, asegura que encara la recta final de su carrera deportiva: «Igual me jubilo este año, pero si subimos a División de Honor B -el Kale Lagunak está encuadrado en la zona norte de la Primera División, con muchas posibilidades de disputar la fase de ascenso- seguiría una temporada más. Es sacrificado compaginarlo con el trabajo pero a mí me compensa, por eso llevo jugando tantos años».