Los socios de una joven cooperativa de productos lácteos hablan sobre el modelo social y económico que hay en un trozo de queso
Las gallinas no dejan de cacarear a su alrededor, esperando ansiosas a que Txetxu Núñez, un pastor prejubilado de 57 años, descargue su contenido en el suelo para picotearlo. Núñez es un hombre de campo, de manos fuertes, voz vigorosa y sin pelos en la lengua cuya vida ha transcurrido entre las cuadras con las cabras, las ovejas y las vacas. Sabe lo complicado que es vivir dignamente de la tierra y de los animales y por eso lleva años hablando de soberanía alimentaria en el sindicato agrícola EHNE, del que es miembro, de la importancia de que los jóvenes vuelvan al campo y de que las instituciones se comprometan de manera más decidida con el sector primario.
Y como de la teoría a la realidad solo hace falta un paso, la acción, Núñez aportó su conocimiento y experiencia para la creación de Esnetik, una cooperativa de derivados lácteos que echó a andar en 2012 en Orozko. Con ocho ganaderos que aseguraban la materia prima, el capital de 80 socios, una planta procesadora y la trayectoria vital de pastores y gentes del campo como Núñez, Esnetik empezó elaborando queso curado, de untar y rallado; a los pocos meses lanzó los yogures de vaca y oveja; y pegó el estirón el año pasado con el Latxaren bihotza, un queso tipo Camembert que se ha convertido en su insignia.
Y aunque no es un secreto, el ingrediente clave de la diversificación y el éxito de los productos de Esnetik es la manera diferente de concebir el modelo agroalimentario que tienen sus socios, «el rechazo a la obsesión por la mercantilización de los alimentos que ha llevado a que todas las actividades humanas queden subordinadas a la esfera económica y financiera», señala Núñez. A lo que la joven Teresa Sancho, coordinadora de Esnetik, añade que «las mercancías estandarizadas en un mercado globalizado terminan por arrasar las bases culturales de los mercados locales que proporcionan saberes populares, soberanía alimentaria y autosuficiencia».
Para Sancho, que forma parte del proyecto desde sus inicios, uno de los valores de los quesos y yogures de Esnetik es el conocimiento que tiene el consumidor de todo el proceso productivo. Siguiendo la premisa de la transparencia, Sancho enseña orgullosa las instalaciones de Ugao donde ocurre todo, donde las cuatro personas que Esnetik ha contratado, cuyo número esperan aumentar, elaboran con dedicación y cuidado esos productos. Y a donde llegan todas las semanas pastores como Joseba Ruiz de Alonso, un joven de 25 años de Okondo que ha tomado las riendas del negocio familiar.
Para Núñez, los jóvenes pastores tienen en la cooperativa un papel fundamental. Y, aunque afirma que la producción de leche en Euskadi se encuentra en “serio riesgo de desaparecer debido a los bajos precios de compra que impone la industria láctea tradicional y al carísimo e insostenible modelo productivo impuesto desde las instituciones y las empresas, Esnetik en el futuro tiene que distinguirse por pagar el precio más justo posible, y por ser un referente para el propio sector”, concluye.
La militancia de Esnetik
Los jóvenes también son fundamentales en otra de las facetas de la cooperativa, en el consumo de sus productos. Y es que algunos de los que han decidido incluir los quesos y yogures de la cooperativa en su cesta de la compra son jóvenes como Onin Ruiz, de 26 años y miembro de Desazkundea, un colectivo formado en 2009 y que enarbola la bandera del decrecimiento económico, del consumo responsable y de la solidaridad.
«No tenemos capacidad para crear una estrategia de comunicación grande porque la cooperativa es pequeña», señala la coordinadora de Esnetik. «Por eso, al principio se lo contamos a la gente que conocíamos, en los círculos en los que nos movíamos y con grupos de consumo que ya existían», recuerda. Y fue en ese momento, cuando la cooperativa daba sus primeros y titubeantes pasos, que se sumó Ruiz y Desazkundea. «Nosotros comenzamos con una aportación. Ahora tenemos una mayor participación y como grupo tenemos dos socios cooperativistas», explica Ruiz.
«Nos sentimos verdaderamente parte integrante de Esnetik, como las personas que están elaborando el queso o como los propios pastores. Y esa pertenencia la vemos como un proyecto de transformación, como una apuesta política… Cuando desayuno y decido tomar un producto de Esnetik estoy tomando una decisión de cómo quiero que sea el modelo social, económico y político que tenemos. Al final, se trata de que pequeños gestos de tu día a día, como una cucharada de yogur, puedan llegar a transformar la sociedad en la que vivimos», sentencia Ruiz.
Balance cero
Esnetik no busca un beneficio económico en términos competitivos, algo que suena a ficción en un mundo en el que las personas y los proyectos se miden en índices de rentabilidad. Los socios de la cooperativa buscan reportar beneficios intangibles como la creación de empleo o la generación de conocimiento. Pero también afianzar una marca que genere confianza, asociada a una filosofía, a una forma de trabajo diferente.
«Probablemente el precio de un queso de Esnetik es más elevado que uno de una gran superficie, pero yo sé lo que hay detrás de esos productos más baratos: si yo no estoy pagando por ese queso, otro lo está haciendo», reflexiona Ruiz sobre la trampa que esconden los precios bajos. «Si no se paga un precio justo por el producto será el productor quien lo pague con sus condiciones de trabajo y su salud», añade esta joven socia para quien el precio no es el criterio principal a la hora de comprar, sino la responsabilidad.
«Con la pequeña acción de desayunar todos los días responsablemente tenemos que dejar claro qué modelo queremos para las futuras generaciones. Hoy por hoy, lo tenemos claro. Creemos más en una alianza directa con la sociedad consumidora y con el pequeño comercio», subraya Núñez.