El desempleo juvenil en Afganistán –como en todo el mundo– se está llevando los sueños de millones de jóvenes. La falta de empleo está teniendo consecuencias dispares. Los más pudientes, aquellos que han podido guardar algo de dinero o que han vendido sus propiedades, deciden emigrar en aras a un ‘mejor’ futuro, a pesar de que ese porvenir se tope con las barreras europeas en no pocas ocasiones. Otros jóvenes afganos deciden quedarse en el país, bien porque no pueden permitirse emigrar o porque quieren aportar lo que saben a la reconstrucción del país.
Antes de entrar en detalle y exponer algunos casos, nos adentraremos en unas breves líneas la situación del país afgano tras años de conflictividad social que han repercutido gravemente en la economía nacional.
La guerra en el país del corazón de Asía ha dejado un mapa político difícil de sintetizar. Las heridas siguen latentes y el control efectivo del Gobierno no va mucho más allá de la capital afgana. Los talibanes siguen teniendo fuerza en zonas concretas y la aparición de DAESH ha convertido la región –más aún-, en un polvorín étnico y religioso. Para Estados Unidos, la Operación Libertad Duradera se ha convertido en la “fatiga afgana”. El cansancio es patente en la sociedad americana y buscan en el gobierno nacional afgano y en Naciones Unidas un relevo que les permita salir airosos de la que ya es oficialmente la guerra más larga en su historia.
Este conflicto, ha dejado una maltrecha economía y un país lleno de cicatrices como muestra de los intensos combates que se libraron. Ahora, toca volver a reconstruir aquello que una vez fue destruido. Pero para los jóvenes afganos la situación es muy complicada con un 40% de desempleo juvenil. Por las calles de Kabul existen puntos donde trabajadores esperan que alguien les recoja y les ofrezca trabajo por unas cantidades mínimas: fontaneros, carpinteros, etc.
Pero también hay jóvenes universitarios que, como Abdel Fatah, no encuentran trabajo después de años de esfuerzo. Él y algunos más se concentran a las afueras del parlamento afgano a modo de protesta. Quieren que sus representantes escuchen sus demandas. Son jóvenes con estudios que sólo quieren tener la oportunidad de poner al servicio de su país los conocimientos que han adquirido. “No sólo lo hago por mi país, también por mi generación”, responde Abdel Fatah.
Ante esta situación, los talibanes han aprovechado la falta de empleo para atraer a sus filas a los jóvenes. “Tanto DAESH como los Talibanes ofrecen a los jóvenes dinero y comida”, admite el propio Fatah. El ISIS o DAESH ofrece alrededor de 700$, el doble que se cobra en el ejército afgano. Es un aliciente para los jóvenes, especialmente aquellos que están en riesgo de pobreza.